Antagonistas: El Gobierno

Cualquier cosa que consiga un gobierno mortal en el Mun­do de Tinieblas raya en lo milagroso, dadas las influencias ejer­cidas por conspiradores, sociedades secretas y cábalas diversas demasiado numerosas como para indicarlas (y eso sin contar las innumerables facciones vampíricas a las que les gusta conside­rarse titiriteros de los titiriteros). Hasta cierto punto los esfuer­zos de todos estos conspiradores se cancelan mutuamente o tro­piezan con cosas tan mundanas como la burocracia o la avaricia.

A veces se producen milagros en medio de este caos (o, como con el “reciente descubrimiento” por parte de la NSA —Agencia Nacional de Seguridad— de la amenaza vampírica, mediante un literal mecanismo del caos).

Por sendas tortuosas la NSA, un brazo de información de la inteligencia de los EE.UU., consiguió unos dispositivos capaces de distinguir a los vampiros y los ghouls de los mortales. Con sorprendente velocidad y total secreto, la organización desple­gó estos “sensores caoscópicos” en lugares como el Aeropuerto Internacional de Dulles, el Pentágono, el Capitolio y la Casa Blanca, haciéndolos pasar por nuevos detectores de metales. De momento, nadie ajeno a la agencia conoce la naturaleza de estos nuevos controles de seguridad, incluyendo a los propios opera­rios de los diversos detectores de metales, que siguen funcionan­do del modo habitual. Ni siquiera el presidente es consciente de que diariamente él y su equipo son monitorizados por agentes de la NSA en busca de los denominados “cuerpos negros”, una re­ferencia al aspecto de los Cainitas al ser observados mediante el caoscopio. Del propio personal de la NSA, solo tres personas en posiciones importantes conocen la verdad: el General Rex Shi­vers y los Coroneles Alec Tiley y George Johnstone. Si se suma a los encargados de monitorización, el total asciende a poco más de dos decenas.

La discreción del grupo en este asunto procede, en parte, de los procedimientos establecidos. Los espías, atrapados en su para­noia, no confían en nadie, especialmente en las demás agencias. La gente de Shivers ni siquiera comenta al resto del personal de la propia NSA lo que sabe sobre la infiltración gubernamental de estos misteriosos cuerpos negros. Además, existe la duda de hasta dónde llega la influencia de estas entidades inhumanas: ¿controlan ya el FBI, la CIA, el Congreso, al presidente? Pero hay algo todavía más importante, y es la incertidumbre: la NSA sabe que esos seres no son humanos, pero aún no comprende exactamente su naturaleza.

Frustrar los planes de estos espías secretos es el motivo por el que emplean el caoscopio, y es algo que no deja de darles vuel­tas por la cabeza desde la primera vez que vieron una demostra­ción del aparato en el cuartel general del Ala de Investigación Paranormal en Vermont. Cuando el General Shivers vislumbró los fantasmas que habitaban en el Inframundo sugirió que los científicos del AIP podrían haber descubierto una dimensión paralela, no una existencia en el más allá. Ordenó inmediata­mente el aumento de las medidas de seguridad en el laborato­rio y la instalación de una versión avanzada del caoscopio en la Casa Blanca. Cuatro meses y mil millones de dólares después, este veterano de la Guerra Fóa se encontraba buscando a las criaturas que había contemplado en Vermont. Lo que vio en realidad fue a varios ghouls y a un vampiro atendiendo a una cena oficial, pero comprobó que era fácil confundir caoscópi­camente a estas criaturas con los muertos descarnados que ya había observado. La conclusión a la que llegó era totalmente razonable: que “sus” entidades transdimensionales estaban pose­yendo al personal gubernamental de Washington para manipu­lar al presidente. Estaba equivocado, pero de un modo extraño no dejaba de tener razón.

Hasta cierto punto, el triunvirato militar de la NSA está “reinventando la rueda” con sus nuevos y caros juguetes. Ade­más, si alguien se hubiera molestado en observar con infrarrojos a esos helados Cainitas se hubieran podido ahorrar unos cuantos dólares. Aun sin este equipo el General Arthur Clifford, prede­cesor de Shivers, tenía una idea mucho más precisa de la natura­leza de los Vástagos. Por desgracia ese conocimiento era mutuo, y algunos elementos Cainitas desconocidos fueron capaces de desacreditarle y lograr su relevo. Shivers, Tiley y]ohnstone lle­garon a la cúpula de la NSA porque eran escépticos sobre los temas sobrenaturales (en contraste con la imagen engañada y exageradamente crédula que se logró dar de Clifford antes de su caída). A pesar de todo, los recién llegados saben ya gran parte de lo que él descubrió (y algunas cosas más), aunque interpre­tan los datos de forma diferente. Son conscientes, por ejemplo, de los traidores en su organización, los agentes Bruce Higgins y Felicity Price. Lo que es más importante, la NSA también ha identificado a los vampiros que controlan a estos dos peones. La agencia ya está catalogando a los que denomina “extradi­mensionales conocidos” y a sus contactos “normales”. A medida que Shivers y su grupo comienzan a comprender el alcance de la influencia de los Vástagos en el comercio, los medios de co­municación y el gobierno, la “guerra de reconocimiento” que libran parece cada vez más un lujo. Cuando llegue el momento, los agentes que han estado entrenando con armaduras lunares, inhibidores de aura y máscaras de espejo conocerán en prime­ra persona aquello a lo que se están preparando para combatir. Será entonces cuando los Hijos de Caín descubrirán el error de ignorar la tecnología, igual que los maestros de esa tecnología descubrirán que el mundo es mucho más extraño de lo que la ciencia y la razón pueden explicar.

Por supuesto, las demás agencias federales de inteligencia y de seguridad (e incluso el personal civil de la NSA que no tiene nada que ver con este grupo) siguen operando igual que antesde la invención del caoscopio. En el FBI y en la CIA solo unos pocos agentes (algunos de ellos topos colocados hace tiempo por el General Clifford) tienen la menor pista sobre la actividad sobrenatural. El Departamento de Asuntos Especiales del FBI, por ejemplo, solo sobrevive gracias al incombustible apoyo del Senador Jesse Grubbholb. Después de todo, la caída de Arthur Clifford no ha facilitado la obtención de fondos federales para la investigación sobrenatural.

A pesar de todo, el proceso burocrático para conseguirlos sería impresionante. En el Centro de Control de Enfermedades de Atlanta hay varios agentes situados estratégicamente, casi todo bajo control mental vampírico, que acallan cualquier in­cidente con sangre o cadáveres “extraños” (es decir, Cainitas). La falta de servidores vinculados en estos lugares ha sido un es­fuerzo de los diferentes Vástagos para evitar a los epidemiólogos curiosos, ya que la vitae vampírica podría ser detectada incluso en la sangre de un ghoul. Sin embargo, esta precaución también impide que los conspiradores sean detectados por el caoscopio, ya que estos aparatos son incapaces de detectar a las víctimas de la Dominación. A pesar de todo, solo bastaría una pequeña prueba que no lograra ser interceptada por estos agentes vam­píricos para permitir a los legítimos detectives de enfermedades hacerse una idea del alcance de la realidad. Las cosas son simila­res en las fuerzas de seguridad municipales y estatales: existe un gran número de policías, sheriffs y agentes que tratan de hacer su trabajo totalmente ajeno a las diversas facciones que, por las noches, tratan de influir en ellos o interrumpir sus investigacio­nes. Existen policías ghoul, pero casi todos están bajo el radar de la NSA. En lo que respecta a las altas esferas, los intentos por preservar la Mascarada o por descubrirla, por detener a alguien o por dejarlo libre, suelen terminar cancelándose.

Tiburk

Un amante de los juegos de rol...

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