Ceoris: Los años emprendedores.

1000-1021 Tremere les ordenó a sus partidarios que investigaran cualquier posible sustituto para sus trabajos de inmortalidad. Ceoris se escindió en varios grupos, todos ellos seguros de sus métodos y ansiosos de demostrar que el resto se equivocaba.

Nuntius supervisó un proyecto en el que se destilaban hierbas de gran potencia para conseguir una nueva droga de la inmortalidad; afirmaba que la pócima no requería magia. Paul Cordwood se adentró en el campo de la meditación y posterior destilación del alma humana. Epistatia se enfrascó con la consecución de una disciplina que había bautizado como migración espiritual, según la cual los magi podían abandonar sus cuerpos decrépitos y habitar otros más sanos. La alquimista Therimna envió equipos a los confines del mundo para que capturaran algunos monstruos de leyenda, cuyas partes irían a parar después a todo un surtido de pociones tan malolientes como ineficaces.

LA BOCA INFERNAL DE ETRIUS

Etrius se convirtió al diabolismo, con la esperanza de duplicar los efectos de los rituales de ese campo prohibido sin tener que establecer ningún contacto directo con los demonios. El propio Tremere, había jugueteado con el diabolismo tras su intento fallido, siglos atrás, por adueñarse de la Orden de Hermes, pero lo había desechado tras percatarse de su primordial paradoja. Los demonios lo bastante débiles como para dejarse dominar por un mago mortal, nunca poseerían el poder necesario para ejecutar tareas merecedoras de tanto esfuerzo. Los demonios lo bastante poderosos como para otorgar grandes dones no podrían ser dominados: siempre conseguirían engañar al magus de alguna manera.

Tremere le prohibió a sus acólitos que se inmiscuyeran en los asuntos del infierno impulsado, no por la ética ni por remilgos espirituales, sino porque los hechizos nunca serían lo bastante efectivos. El razonamiento de Etrius sostenía que el poder del culto diabólico podría recaer (o forzarse a recaer), no en el poder de los demonios; sino en la repetición de las exigencias rituales. Consiguió la aprobación de Tremere para embarcarse en una concienzuda investigación que confirmaría aquella propuesta. Tras ver los pobres resultados conseguidos mediante el sacrificio de cerdos y gallinas, envió a sus criados en busca de las hijas vírgenes de granjeros y habitantes del bosque. Sacrificó a más de dos docenas de muchachas a lo largo de sus dos décadas de estudio. Etrius repitió sus experimentos sacrificando bebes recién nacidos, sin obtener mejores resultados. En ocasiones invocaba demonios sin proponérselo, otras veces sus denuedos no conseguían más que hedores por toda recompensa.

Su fracaso más espectacular, no obstante, tuvo lugar durante el equinoccio otoñal del año 1003. Había descubierto que las estrellas eran propicias para contactar con el Infierno, por lo que se imponía un ritual fastuoso. Conocía los nombres secretos de tres príncipes de Dis, o eso pensaba, y estaba listo para respaldar sus exigencias con la sangre de ocho nuevas víctimas. Su éxito rebasó todas las expectativas, puesto que abrió un portal al Infierno, permitiendo así que los demonios se apoderaran de toda una planta de los calabozos de la capilla. Dos magi, cuatro aprendices y media docena de criados cayeron consumidos por el fuego infernal o descuartizados a garras de los demonios antes de que Etrius encontrase la forma de invertir en parte el ritual, cerrando así la puerta y sellando el Infierno tras ella.

Una vez superada la crisis, comenzaron las recriminaciones. Claro está que todo el mundo deseaba que el favorito de Tremere fuese humillado, expulsado, quizás incluso ejecutado, por el peligro en el que había sumido a todos. Lo llevaron a rastras ante el cónclave y le exigieron que se justificara. Sus balbuceos y retorcimientos mientras defendía el porque de sus actos. En primer lugar, arguyó que lo había hecho todo tal y como debía ser, que sin duda había sido víctima de un sabotaje. Los magi no lo oyeron. Por orden de Tremere, Etrius retiró las acusaciones y sostuvo que los demonios habían manipulado sus sentidos. Sin duda, dijo, su fe devota los impulsaba a castigarlos. Negarse a asumir la responsabilidad de lo acontecido resultaba fútil y los demás, uno por uno, solicitaron su destrucción. Empero, al término del cónclave, Tremere alzó la mano y se responsabilizó personalmente del fracaso de Etrius. Había sido él quien había aconsejado a Etrius, quien había guiado su teoría y dado el visto bueno al experimento. Si Etrius había de se expulsado, el también. El cónclave había enmudecido. Los ojos de Etrius, húmedos, dirigidos a Tremere en actitud adoradora, eran los de un perro faldero.

LA SOLUCIÓN DE GORATRIX

Fue Goratrix el que dio con la teoría más fructífera. A sabiendas de que, por las noches, unos célebres inmortales asolaban los bosques, se decidió investigar a las criaturas. Dedicó varios años al desgranado de textos herméticos en busca de información acerca de los vampiros, sin demasiado resultado.

La cabeza de Arundinis apareció ante la puerta de Ceoris. Unos criados que se disponían a cruzar el puente levadizo encontraron sus restos disecados una fría mañana de Noviembre. Unos desconocidos la habían depositado al otro lado del foso que separaba la fortaleza del terreno que la rodea. Goratrix se pidió la cabeza, queriendo comprobar la eficacia de un hechizo que había encontrado en los textos nigrománticos que había estado consultando. Tras llevar a cabo un ritual que implicaba la molienda e ingestión de la calavera, Goratrix revivió unos momentos cruciales en los últimos días de vida de Arundinis. Su partida había sufrido la emboscada nocturna de unas criaturas que no tardaría en identificar como vampiros. Lo mantuvieron con vida durante meses, sufriendo torturas hasta que no pudo soportarlo más. Le había revelado muchos de los secretos de la Casa al torturador en jefe, una bestia horrenda llamada Roland. No obstante, en momentos de autocontrol había proporcionado también mucha información falsa, exagerando en gran medida el poder de los magos de Ceoris. Goratrix le dictó los contenidos de sus visiones a un aprendiz. Tras tamizarlas en busca de pistas que le indicaran el paradero de las criaturas, envió partidas de reconocimiento en busca de ciertos indicadores del terreno que había visto.

En 1005, Goratrix solicitó el beneplácito de Tremere para acometer una incursión sin precedente. Dirigió en persona a una partida de guerra al refugio de Roland. Sus soldados más leales y resueltos se abrieron paso a espadadas entre la guardia de esclavos del antiguo Tzimisce. Cayeron docenas en los dos bandos pero, al final, los magos reunidos consiguieron inmovilizar a Roland con unas cadenas cubiertas de sellos inscritos y lo marcaron a fuego. Goratrix le prometió la libertad a cambio de algunas respuestas. Gracias a Roland, aprendió los rudimentos de la vasta historia y poder de los vampiros. Descubrió que los vampiros se dividían en facciones, llamadas clanes. Roland, por ejemplo, era un Tzimisce, una familia de aristócratas decadentes que moldeaban la carne como si de barro se tratase. También supo que estas bestias se reproducían sorbiendo la sangre de los mortales y trasformándolos después por medio de un proceso que llamaban Abrazo.

Cuando su cabeza no pudo asimilar más respuestas y dejaron de ocurrírsele más preguntas, Goratrix le ordenó a Roland que Abrazara a dos atónitos y desprevenidos aprendices, Stephen y Pharus. A su regreso a Ceoris, Goratrix invitó a Stephen y a Pharus a que lo acompañen a su taller privado. Permaneció recluido durante años, sin alardear de sus progresos. Los habitantes de Ceoris pronto comenzaron a referirse a Stephen y a Pharus empleando el pretérito.

LA DESESPERACIÓN SE ASIENTA

A medida que transcurrían los años y un grupo tras otro veían cómo sus prometedoras investigaciones se tambaleaban y desmoronaban, una atmósfera de desesperación se cernía sobre la capilla. Cada vez que se malograba un experimento, los magi lanzaban furibundas miradas a sus rivales, convencidos de que eran todos uno saboteadores. Vincius, aprendiz de Paul Cordwood, apareció estrangulado en su cama en el año 1011. Esto ocurría no mucho después de que Epistatia se humillara a si misma ante la asamblea de magi al no conseguir proyectar su conciencia a la mente de un cazador hecho prisionero. Había acusado a Vincius de hacerle mal de ojo durante su demostración. Negó cualquier implicación en la muerte de Vincius. No se pudo demostrar nada contra ella.
Goratrix salió en su defensa, pero con una condición; insistió en que la mujer debía abandonar sus estudios y ayudarle a él en sus investigaciones. Epistatia fue reclutada para ayudarle a proyectar su conciencia por todo el mundo, o quizás a los reinos fantasmales del inframundo, en búsqueda de información referente a los vampiros. La ayuda de Epistatia le permitió a Goratrix lograr una serie de hallazgos. Tan esclarecedores que habría que disculparse por haber llegado a sospechar que había sido él el que asesinara a Vincius a fin de ganarse el favor de Epistatia. Contactó al menos con dos entidades distintas que le proporcionaron instrucciones cruciales. Las indagaciones de Goratrix continuarían por otros 11 años.

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