Para los celebrados Galliard, el País del Verano es un mito. Una alegoría a la que han dado huesos las canciones y las suposiciones de deseosos Theuge. Para los Garou actuales, el idílico paisaje espiritual no es más que una necesidad desesperada por tener un último e incorrupto lugar libre de los reptantes zarcillos del Wyrm. Pocos hombres lobo pueden refutar las afirmaciones de que el reino no existe. El País del Verano es intangible incluido para los estándares de la Umbra. Los Garou lo bastante descarados para implicar que han visitado este elíseo reino se esfuerzan por describirlo con todo el detalle que pueden. Los cambiaformas sanados por sus maravillosos bálsamos no pueden explicar cómo. Esto hace poco para dar credibilidad a su existencia.
La amplitud de conocimientos en lo que respecta al País del Verano no es mucha. Los recuerdos del reino se resisten al escrutinio, como los sueños al despertar. En estas historias medio recordadas, el País del Verano es una isla frondosa en un mar de vívido azul, salpicada de picos montañosos y sutiles valles. El cielo cristalino de la isla está atrapado en una perpetua primavera. La única lluvia que cae de sus cielos es cálida y gentil. La mayor parte de la isla es un trecho de tierra curvado que forma una laguna costera lo bastante grande para ser un pequeño mar. A su vez, ésta alberga varias masas de tierra menores, la mayor de las cuales es la Isla del Yo.
La tierra firme del País del Verano es una serie de varios biomas distintos, pero templados. Las escarpadas Montañas de la Luna, de las que la mayor de esas pronunciadas cumbres es el Monte Paz, son hogar de una incontable colección de depredadores y presas. En estas colinas, valles y acantilados, los habitantes de la isla se mantienen en forma acechando en las laderas y huyendo de los depredadores. En los extremos de la isla están los bosques de la Añoranza y la Promesa que abarcan las curvas occidental y oriental del reino respectivamente. En el centro del Bosque de la Promesa está el Calvero Encantado, un inmenso anfiteatro de granito donde los pobladores del País del Verano se reúnen y celebran. El Bosque de la Añoranza, por otra parte, es un lugar hermoso y agridulce cuyo ambiente anciano solo basta para evocar tanto alivio como congoja.
La Isla del Yo
La Isla del Yo, que es sólo uno de los frondosos puntos de interés del reino, alberga un santuario a las indivisibles glorias de Gaia. Albergado entre la abrumadora vegetación de la isla, el santuario parece una gran celosía de hierbas entretejidas en una variada gama de colores. Dentro, erosionados pilares de brillante caliza se alzan en torno a un manantial que burbujea en silencio. Éste es la Fuente de la Vida, cuyas aguas son la panacea contra cualquier mal del cuerpo, la mente o el alma. Un sorbo de ella cura cualquier enfermedad física, repara cualquier mente rota y calma todas las cicatrices del alma salvo las más profundas. La Isla del Yo y la Fuente de la Vida han sido parte de los relatos de los Garou desde que los Galliard tienen canciones.
La Fuente de la Vida
La Fuente de la Vida cura cualquier anormalidad; y las heridas de nacimiento de los Metis no son una excepción. Un sorbo del agua de la Fuente sana los miembros retorcidos, calma los pensamientos atribulados, incluso concede a los Metis los apéndices sin los que nació. Bañarse en la Fuente revoca incluso la esterilidad que hace a la Raza anatema para su gente.
Sin embargo, la maldición de los Metis no es un accidente. No está destinado a estar completo. Cuando deja el País del Verano, pierde este recién descubierto regalo de estar completo.
Los nuevos miembros se desvanecen o marchitan, los malos pensamientos vuelven y también lo hace el estigma de su nacimiento. Sólo las heridas y los trastornos no relacionados con su carga como Metis permanecen sanados. A menudo, las deformidades volverán bajo nuevas formas, aunque nunca se alejan mucho de la adversidad original. Un hombre lobo nacido sin vista puede volver a la realidad sin oído, un Metis sin un brazo puede regresar en cambio con un miembro inútil y marchito. En cualquier caso, el efecto es estremecedor. Es improbable que los recuerdos nebulosos y medio olvidados de estar sano compensen el tener que adaptarse a nuevos desafíos.
Cabe destacar que los embarazos concebidos por un Metis temporalmente fértil atrapan a la madre en el País del Verano durante el mismo. No puede dejar el reino, ni voluntariamente ni a la fuerza, hasta que alumbre al fruto de su unión. El embarazo llega a término alarmantemente rápido, nacido en sólo un mes lunar, y el propio nacimiento es de la más fácil naturaleza. Lo que nace es un ser de pura efimeria: un espíritu lobo con inquietantes ojos humanos. Este espíritu está atado al País del Verano para siempre, lo que hace de ello un nacimiento agridulce en el mejor de los casos. Como mínima clemencia hacia sus padres, el nombre que le den no les es arrebatado por la fuga de memoria inherente a dejar el reino.
Pico Sobrenubes
Pico Sobrenubes, otra isla en el océano interior de la laguna, flota en lo alto sobre las aguas tranquilas como un espejo. Suspendido muy por encima del mar deja una maraña de gruesas raíces sanas colgando como cuerdas desde su parte inferior. Y de ésta cuelga cada especie posible de murciélago. En la superficie de la isla, incontables otras bestias del cielo hacen su hogar en grandes bandadas. Insectos, aves y dimorfodones extintos hace eones existen unos junto a otros, ávidos de llevar a los visitantes entre las costas de tierra firme y el gigantesco castillo con chapiteles de vides vivas en la cumbre del Pico Sobrenubes. A diferencia del santuario en la Isla del Yo y sus propiedades curativas, todo el propósito del bastión sin nombre es el peregrinaje en sí. Los visitantes del País del Verano lo buscan con la sola intención de comulgar con Gaia.
El Jardín de la Delicia
Quizás el más raro de los lugares del País del Verano es el Jardín de la Delicia. Esta colorida y pantanosa guardería crea nueva vida en una especie de partenogénesis espiritual. Esa vida nace espontáneamente, y su temple se pone inmediatamente a prueba en un ambiente rico en competencia. Criaturas de todos los tamaños y temperamentos son puestas a prueba aquí, y las más aptas de ellas se encarnan al otro lado de la Celosía como una nueva parte del ecosistema de la Tierra. Aquellas criaturas cuya corta existencia no conduce al origen de una nueva especie de la Tierra encuentran un hogar permanente en el País del Verano como espíritus.
No toda la vida en el reino debe su existencia al Jardín de la Delicia. El viajero que llega aquí se encuentra más que probablemente al final de un arduo viaje, y probablemente se quede. Como resultado, espíritus, cambiaformas y emanaciones humanas comparten la interminable abundancia del País del Verano con sus moradores nativos. Lo hacen pacíficamente, aunque el león aún devora al cordero y el lobo aún caza a la liebre.
Cuando una criatura perece en el País del Verano, ya sea para alimentar a un depredador o por accidente, despierta sana y entera al siguiente amanecer. Así, la tranquilidad del reino no subvierte los roles que la naturaleza está empujada a tomar. Lo que no quiere decir que las relaciones entre la variada flora y fauna se desarrollen totalmente como lo harían en el mundo físico. El leopardo que ha devorado a la zorra pasa una fría noche enroscado entre los maullantes cachorros de la raposa; la araña libera a la mosca que no puede devorar porque ya está llena; la cierva que sabe que el oso está hambriento se ofrece para no huir de su rugido.
Estas leves subversiones del orden natural no están terriblemente extendidas en el País del Verano. El instinto es demasiado poderoso y el reino es un lugar salvaje. Cuando ocurren, no hay deshonor para los participantes. El País del Verano no tiene espacio para los de mente cerrada.
SEMILLAS DE HISTORIAS
• Un Theurge de gran Renombre, desaparecido durante casi una década, regresa a su clan con noticias urgentes de problemas en el País del Verano. Por desgracia, al abandonar el reino se ha perdido la naturaleza del problema. Aun así, el pánico que siente no ha disminuido lo más mínimo.
• Un reino que suena muy similar al legendario País del Verano se abre a todos los habitantes cambiaformas interesados en buscar paz y belleza. Sin embargo, no todo está bien. Hay amenazas aquí (Perdiciones, monstruos y humanos) que se suponían imposibles en el casi mítico Reino Próximo, y las manadas locales están listas para ir a la guerra para reclamar este supuesto País del Verano para sí.
• Un héroe enfermo del clan recita una historia de cuando visitó el País del Verano en su juventud, y cuenta cuánto desea volver antes de sucumbir a la edad. Pide a los personajes que le ayuden a corregir los errores de su vida para así poder quererse a sí mismo lo suficiente para volver o ser recibido por los brazos de Gaia con menos cargas.
Ir y venir
El viaje al País del Verano es difícil, al igual que quedarse en él. En el mejor de los casos, cualquier cambiaformas que busque el plácido Reino Próximo tiene una larga y poco fructífera búsqueda ante él. En el peor, esta singular obsesión le lanza hacia la culpa, la frustración y el Harano. Es un riesgo considerar siquiera que es un lugar real; ningún peso en el corazón es tan insoportable como la efímera esperanza que inspira el reino.
El País del Verano es real, pero es casi tanto un estado mental como un reino auténtico. Ningún camino llega aquí, ningún guardián lo defiende, y ninguna cantidad de viaje dará con sus costas. Adivinar su localización requiere una fortaleza de voluntad que pocos Garou poseen, y una disposición a amar al propio enemigo que pocos Garou podrían sufrir.
Lo más importante para encontrar el País del Verano es tener mucho respeto por todas las cosas. El Garou que lo busca debe entender que todo tiene un lugar, incluso si no puede comprender cuál es, o por qué debería existir. Más que simplemente buscar paz con las cosas que cree que son justas y buenas, ha de abrazar la noción de que todo merece existir. Todo, incluyendo las cosas que le han herido y humillado. Todo, incluyendo el Wyrm y sus esbirros. Todo, incluyendo él mismo y sus debilidades. No puede tener reservas o advertencias con el amor que ofrece. Debe abrirse a la idea de que sus prejuicios, su odio y sus penas no están en absoluto en sintonía con el lugar que busca, y eliminarlos. Si no puede, no encontrará el reino.
Los escasos Garou que alcanzan esta epifanía se ven en el Bosque de la Añoranza acosados por una abrumadora nostalgia de días mejores. Si en cualquier momento pierden de vista el singular y absoluto amor que les han llevado ahí, son expulsados sumariamente del reino. Los recuerdos del País del Verano no sobreviven bien fuera de él. Se vuelven como sueños y resultan poco distinguibles conforme el corazón se endurece ante los rigores actuales.
Ahora
La influencia del Wyrm aún no ha logrado alcanzar el País del Verano, pero no hay duda de que lo hará. Ninguno de los habitantes del reino es lo bastante ingenuo para creer que estarán a salvo para siempre. Entre sus moradores hay dos escuelas de pensamiento dominantes sobre la inevitable corrupción de este edén umbral. Un grupo cree que ahora es el momento de cortar todos los lazos con el mundo fuera del reino, acabando con cualquier conexión que el País del Verano tenga con la Tierra y la Umbra en general. Argumentan que el único lugar puro con opción de sobrevivir tiene obligación de hacerlo. El otro grupo entiende lo importante que es el reino para Gaia y sus hijos y cuán inextricablemente unido está su destino a ellos. Aboga por abrir de par en par las proverbiales puertas y aceptar a todos los que pudieran necesitar refugio de la enfermedad y el horror exterior. Incluso si eso significa que el Wyrm llegará aquí mucho más rápido.
Por supuesto, las mentes más agudas del País del Verano entienden que esta división podría ser lo que acabe con el propio Reino Próximo. Por desgracia, están entre las voces más calladas del debate, ahogadas por la pasión de los fanáticos.