Mira la iglesia del martirio, sus mosaicos carbonizados y rotos, sus campanas rajadas y silenciosas. Escucha los rezos susurrados e himnos temerosos de su tumba vacía. Aquí veneran los Nephilim, Chiquillos de Miguel en Sangre y de bautismo.
Los Nephilim
Oh Sire, envíenos su Canción y guíenos a la salvación. Presencie la reunión de su Sangre. Con sus alas ascenderemos. Con su bendición moriremos.
Pocos conocen a la joven Línea de Sangre Toreador como algo más que a un puñado de vestigios delirantes del Sueño que se aferran a su ídolo muerto. En apariencia, estos devotos buscan la reunificación en la muerte, y por ello son conocidos por los foráneos como Mártires. Paul Bathalos, el obispo de la secta y maestro escultor, y su mano derecha, el pintor Pakourianis la Paloma, fueron las musas Miguelinas durante la edad dorada de Constantinopla. Como sus compañeros Toreador, llegaron a creer que Miguel era el arcángel del mismo nombre, venido a la Tierra para guiar a los Cainitas elegidos de vuelta al Cielo. Ahora, en la tradición ortodoxa oriental de la theoria, guían a sus iguales en rezos extáticos y meditación para encontrar una verdadera visión del arcángel para reunirse con él mediante la transformación mística de la theosis.
Después de varias décadas de fracasos, los Toreador aceptaron que, como Condenados, no podían lograr esto por sí mismos. Creen que un profeta Cainita de su Clan, al que llaman la Canción de Miguel, heredará la divinidad del arcángel y los elevará. La Canción se les aparecerá en la purificación de la sangre, como sus sueños han revelado. Para encontrar al profeta, Paul y Pakourianis pretenden traer a todos y cada uno de los Toreador de la ciudad a su refugio en la ruinosa Iglesia de San Demetrio para la katharsis. Este rito bautismal concebido por ellos pretende revelar la divinidad en la Vitae de la Canción.
A aquellos que no son el profeta, los limpia de pasiones impías y los prepara para la futura deificación, bautizándolos como Chiquillos de Miguel en espíritu, si no literalmente. Todavía nadie se ha dado cuenta que este sacramento es transformativo, que convierte a estos Toreador en algo completamente distinto.
El Obispo Paul Bathalos casi podría ser confundido, por los pocos entendidos, con un Nosferatu. Horrendo de cara y monstruoso de forma, le suplicó a un Tzimisce moldeador de carne que le arrebatara su belleza eterna para que el arcángel dejara de desearlo. Con su sacrificio, Paul se eliminó a sí mismo como obstáculo para la ascensión a la gloria de Miguel, y los Nephilim lo consideran un mártir espiritual por ello, la renuncia definitiva de su naturaleza terrenal de Esteta. Su hermano de Sangre es el Presbítero Pakourianis, también conocido como la Paloma, un Cainita perpetuamente aniñado que se desespera por su fallo al no haber aprendido a volar, para así haber podido seguir a su Sire a los cielos. Sus meditaciones atemperan su angustia, pero el vuelo de los pájaros, las Gárgolas Tremere y otras cosas aladas le fascinan.
Los Nephilim mantienen su verdadero nombre y sus liturgias en secreto, por temor a que los herejes latinos interfieran. Se comunican entre sí por toda la ciudad mediante cartas encriptadas marcadas con su sello: una forma humana estilizada con alas y colmillos, algo apropiado para quienes algún día ascenderán como ángeles vampíricos. Todos los Nephilim provienen de la estirpe Toreador y empiezan con la Senda del Arcángel (abajo), del Camino del Cielo. Si la Línea de Sangre se perpetúa a través de su Progenie, todavía está por ver.
Apodos: Mártires (para los foráneos), Chiquillos del Arcángel.
Disciplinas: Auspex, Quimerismo, Presencia.
Debilidad: Los Nephilim están afligidos por un profundo anhelo, un deseo por el contacto con su difunto Sire que nunca conocerán en carne. El Cielo no es un lugar, sino un ángel con la cara de un vampiro, y solo existen para reunirse con él. Ser encontrado indigno es anatema. La dificultad básica de las tiradas cuando un Chiquillo del Arcángel peca contra su Camino es 7 en vez de 6, y la pérdida de 1 punto de su Camino infringe un aumento de +1 en la dificultad de todas las acciones que realice durante todo un capítulo tras ello.
Un Nephilim que se convierta en un Apóstata sufre la dificultad incrementada todo el tiempo hasta que se convierta al menos en un adepto de otro Camino o gane 1 punto en la Senda del Arcángel. Sin embargo, no incrementa la tirada de los pecados de ningún otro Camino.
Senda del Arcángel
Los Nephilim son los devotos principales de la Senda del Arcángel, aunque no son los únicos. Otros Toreador que han evitado hasta el momento el bautismo del culto siguen recordando a su divino patrón y todavía se esfuerzan calladamente en emularlo. Vanitas extranjeros vienen a Constantinopla y encuentran irresistible el trágico romance del Arcángel, y son incapaces de abandonar esa fascinación. Cainitas de otros Clanes que fueron leales a Miguel o a alguna de sus familias, o aquellos dedicados por entero a la Iglesia pero que buscan una inspiración vampírica en ella, siguen esta Senda cuando llegan al límite de su paciencia y buscan un ejemplo al que adherirse. El agresivo proselitismo de los Nephilim atrapa a otros gracias a su habilidad de parecer verdaderos mensajeros divinos.
Seguir los pasos de Miguel significa actuar como una musa y un pastor para todos, y como mártir cuando sea necesario. Como adeptos del Camino del Cielo, los Creyentes del Arcángel ven a Miguel como el elevado Cristo de los Condenados y creen que los vampiros deben actuar como ángeles del rebaño humano. Algunos incluso creen que todos los ángeles fueron vampiros, con Miguel como el mejor entre todos ellos.
Virtudes: Conciencia y Autocontrol.
Aura: Melancolía. Un Vástago del Arcángel aplica modificadores cuando su gran pérdida y nostalgia pudiera engendrar una reacción, o cuando ser visto como un mártir sea relevante.
La Ensoñación de Constantino
Mi Chiquillo, te aseguro que todas las historias que has escuchado de esta ciudad cautivadora son absolutamente ciertas. Anoche fui a ver el Gran Bazar y allí encontré un pequeño cubil con tapices colgando donde una de nuestro Clan me suplicó que me uniera a lo que ella llamó la «Ensoñación de Constantino». Una milanesa, ya sabes, no una de las nativas. ¡Me dijeron que los Toreador griegos trabajan aquí bajo una terrible maldición de locura! No me arrepiento de no haberlos visto aún.
La guarida estaba iluminada con linternas azules y el humo del incienso ascendía como una niebla densa. Mi anfitriona me invitó a disfrutar de la compañía de ganado cuidadosamente seleccionado que consumía cualquier sustancia placentera imaginable; los sirvientes trajeron opio, khat, hachís, belladona, mandrágora y creaciones propias que no me eran familiares. Hermosos muchachos bailaron para nuestro placer y un músico de oud interpretó música exquisita para embelesar al oído. A media noche, una serie de campanadas nos señaló que comenzáramos a alimentarnos, y no puedes imaginar la euforia. Nunca antes había sentido tal seducción de los sentidos, y temo que nunca la volveré a encontrar. No es la mera Vitae, sino un néctar sublime que me hipnotizó por completo. Fue entonces cuando vi por primera vez la verdadera Constantinopla, el paraíso tocado por la mano de Dios del que hablan los versos de las trovadoras. La mano de Dios… La probé, entonces, en la sangre de estos helenos, y lloré.
Cuando nos hubimos saciado, las campanas sonaron de nuevo y nuestro anfitrión nos guió en un recorrido por los lugares más cautivadores de la ciudad. Te lo juro, el velo del tiempo se rasgó para nosotros. Vi el Sueño sobre el que se lamentan pintado en oro y plata ante mis ojos. Vimos a los gladiadores luchar para nuestro entretenimiento, cabalgamos junto a los aurigas y sentimos el viento azotándonos la cara, y oímos los cautivadores himnos del anochecer de los Ghouls de Santa Sofía. Disfrutamos de la belleza de vibrantes estatuas y mosaicos y probamos los más prohibidos bienes del Bazar. Nos entretuvimos en los jardines de recreo privados de las villas romanas y nos maravillamos en las tonalidades de las sedas sirias. Conforme la noche se consumía y el pasado se desvanecía, buscamos confort en los brazos de los demás por la gran pérdida que habíamos sufrido. He caminado la noche durante siglos y en todo este tiempo nunca había sentido un vacío tal.
Mi anfitriona abre sus puertas cada noche, eligiendo con experta mirada entre todos los mortales y Cainitas que se arremolinan en el bazar. Entre los nuestros había gente de muchos Clanes; nunca pensé ver a un salvaje Gangrel sollozando en el abrazo de un hechicero Tremere, pero tal es el poder del Sueño de Constantino. Rezo por que encuentres el camino que te traiga aquí alguna noche, y rezo por que te tropieces con la joya oculta del Gran Bazar como yo lo hice.