Refugio – CVN70, USS Carl Vinson

La Marina de los Estados Unidos se refiere a sus portaaviones como “ciudades flotantes”, y con razón. Con una tripulación de casi seis mil personas y la capacidad de realizar el mantenimiento de navíos escolta, aviones y barcos en maniobras, estos gigantes del océano pueden ser considerados no sólo como barcos enormes, sino también como catacumbas convertidas en pueblos, que rivalizarían con una ciudad medieval en tamaño y población.

En una vivienda así, un vampiro puede llevar una existencia arriesgada, aunque sólo gracias una gran habilidad para esconderse y mediante la más cuidadosa planificación puede un Cainita evitar ser detectado, en un lugar tan abarrotado y entre tanta precisión militar.

Influenciar al personal no resulta una opción viable, puesto que el comportamiento extraño de algún miembro de la tripulación atraería rápidamente la atención y acarrearía serias consecuencias.

En las entrañas más profundas del barco, kilómetros de tuberías y materiales aislantes recorren las salas de máquinas. Los conductos de aire acondicionado, los túneles de seguridad y los espacios angostos que sólo permiten el acceso de una sola persona, forman un laberíntico conjunto de pasillos entre y a través de multitud de muros y cubiertas. Incluso es posible trepar de tubo en tubería por encima de los suelos de las cubiertas en los compartimentos de maquinaria, caminando o arrastrándose por entre un cerrado grupo de enormes cilindros que se dividen, se cruzan y se unen. Un Assamita solitario habita furtivamente esta laberíntica propiedad, a la que ha proclamado el corazón de su dominio.

RESIDENTE

Un turco otomano de novecientos años de edad ha convertido las entrañas de esta fortaleza flotante en su guarida. Burak, antiguo sufí musulmán y excéntrico Assamita, escogió esta máquina de guerra como su remanso de paz. Adoctrinado dentro del clan Assamita debido a su fiera devoción hacia sus ideales y a su dedicado ascetismo (que le había hecho lograr una gran fuerza de voluntad), Burak se inició en los caminos Assamitas en el curso de un siglo, durante los días en los que Constantinopla cambió de manos. Sin embargo, para decepción de su sire, no resultó ser un buen asesino. Gran parte de su entrenamiento religioso aún seguía presente, y su conciencia detenía su mano siempre que pensaba que podía evitar un conflicto. Después de setenta y cinco años, escapó del lado de su disgustado sire y entró en un letargo voluntario. Convencido de que su decepcionante chiquillo había perecido mientras intentaba escapar, su sire le olvidó y siguió con su no-vida.

Perdido en ampulosos y extraños sueños, Burak permaneció sumido en el letargo durante un tiempo inusualmente largo. Mientras los siglos pasaban, él continuaba durmiendo en una vieja cripta turca en desuso, y no se despertó hasta finales del siglo XIX. Cuando despertó era poco más que una bestia feroz, y adaptarse a la nueva era industrial le tomó la mayor parte de aquella década. Sólo aferrándose a sus principios consiguió recuperar la racionalidad. Aunque el mundo había cambiado, él aún creía en su propósito, conservando dicho propósito como principio rector.

Tras huir de Turquía en un transatlántico, Burak se convirtió en una especie de marinero nómada, trabajando bajo las cubiertas unas veces, embarcándose en un crucero por las costas en otras ocasiones. De vez en cuando, se tropezaba con otros Vástagos, pero lo más habitual era que le rehuyeran por causa de su linaje. Daban por sentado que formaba parte de la peor clase de asesinos sedientos de sangre y siempre al acecho, y él pocas veces se molestaba en corregir la impresión equivocada que daba.

Para cuando llegó la edad moderna, Burak había llegado a dos conclusiones. En primer lugar, se dio cuenta de que la sociedad vampírica era innatamente degradante y que sólo servía para erosionar la moral de cualquiera que participara en su Yihad. Segundo, la invasión cle la polución, la amenaza de la guerra atómica y el ateísmo de las masas le hicieron ver que el fin del mundo estaba cerca. Tras enfrentarse a estas revelaciones, Burak decidió confiar en su antiguo aprendizaje ascético. Si el mundo se había vuelto corrupto, se dijo, entonces él debía retirarse del mundo.

Tras esconderse una temporada en las edificaciones anexas a una base naval, finalmente Burak resolvió colarse a bordo del recién estrenado Carl Vinson. Soñaba con aislarse dentro de esta autosuficiente ciudad flotante, lejos de cualquier otro Cainita. Navegaría por el océano, alejado de aquel decadente mundo, y practicaría su disciplina y su austeridad de un modo severo, rodeado de mortales que practicaran una disciplina similar.

APARIENCIA

Los laterales del Carl Vinson son grises paredes de metal; sus cubiertas están pintadas a rayas y marcadas con luces continuas para guiar a los aviones. Su torre de observación alcanza una altura
de siete pisos, y se eleva desde la popa del barco como la torre de control de un aeropuerto en miniatura… lo que es. Por toda la proa, se aglomeran los Tomcat F-14D y los Hornet F A-18, reparados para misiones de ataque, y los aviones de reconocimiento E2C Hawkeye y los helicópteros HH-60H Seahawk están siempre listos para entrar en acción. El lado de estribor es una pista de aterrizaje llena de catapultas de lanzamiento y cables. El barco mide más de trescientos metros de largo, y tiene el aspecto de una prominente sección de carretera metálica que se eleva desde sobre un casco completamente cubierto de cables.

En el interior, los pasillos son estrechos y bajos. Los marineros deben agachar la cabeza mientras caminan, el personal de mantenimiento se amontona en las esquinas y por los rincones, y en los
dormitorios encontramos espartanas literas. Incluso las salas de reuniones y los comedores son pequeños. Los techos pocas veces sobrepasan el metro ochenta de altura, y en algunos pasillos son incluso unos centímetros más bajos. Las puertas son escotillas ovaladas de sólo un metro y cuarenta centímetros de alto, y los dormitorios de la tripulación están llenos de literas dobles y pequeños baúles colocados al pie de la cama, con lo que el espacio libre es el mínimo imprescindible. Todo es de color gris militar. La preservación del espacio está a la orden del día. Los pasillos y las puertas de las zonas comunes tienen las esquinas redondeadas, pero en otras áreas del barco los bordes siguen siendo prominentes, y es obligación del marinero prestar atención cuando va con prisa, a no ser que quiera ganarse un billete a la enfermería. Los niveles están conectados entre sí mediante escalerillas metálicas, puesto que no hay escaleras.

Las salas de observación de la torre y la cubierta de mando son como cajas abarrotadas de aparatos electrónicos, con ventanas de plástico transparente desde las que se puede ver la cubierta y el mar. Colocarse ante los controles provoca en el observador una sensación de claustrofobia que está presente en todo el barco, mientras que al volverse a mirar por la ventana uno puede contemplar el horizonte. En estos niveles trabajan los operadores del barco y los altos oficiales, guiando la nave, supervisando a los pilotos y a los operadores electrónicos y coordinando los movimientos del barco con el comandante de la flota.

DISEÑO

Los barcos de la marina, por definición, deben economizar. Casi no hay espacio libre, y cada centímetro cuadrado está trazado en algún plano. Afortunadamente para un Cainita emprendedor, los planos se modifican, las escotillas se sellan debido a cambios en el diseño, y el cableado de la sala de máquinas es tan enorme que forma un auténtico bosque de metal y plástico.

Las cubiertas son los peores lugares en los que puede estar un Vástago. Son lugares abiertos y sin protección, la gente anda siempre arriba y abajo (generalmente sólo los cien miembros de la tripulación de vuelo y de mantenimiento) y básicamente posee todas las desventajas de una pista de aeropuerto, además del problema de tener que esquivar a la guardia militar. Lo único que podría hacer que Burak subiera hasta una cubierta, sería la imperiosa necesidad de tener que abandonar su refugio a toda prisa.

Dentro del barco las cosas son distintas. Moverse por la cubierta de mando o por los dormitorios de la tripulación es complicado. El interior es muy estrecho, y la gente tiene que apretujarse en los pasillos para poder pasar. Hasta el practicante más experto de Ofuscación tendría problemas para no ser detectado. Las congestiones en los pasillos provocadas por atareados marineros que van o vienen de sus puestos de guardia, y la posibilidad de que suene una alarma que haga correr a todo el mundo, hacen que estas concurridas zonas tampoco sean lugares seguros.

Por lo tanto, los compartimentos de máquinas son el lugar ideal para que alguien permanezca oculto. Kilómetros de tuberias transportan cualquier cosa, desde aire acondicionado hasta fluidos hidráulicos, fuel para los motores, gases especiales, armamento y aguas residuales. Quizá no es posible arrastrarse dentro de estas tuberías, pero la mayoría tiene un tamaño suficiente para que uno pueda arrastrarse sobre ellas. Meterse dentro no resulta una experiencia especialmente agradable, y después sería mucho más difícil esconderse si el olor de lo que transportan esas tuberías se te pega en la ropa, en el pelo y en la piel. Puesto que en los compartimentos de máquinas estas tuberías están colocadas a una altura elevada, uno puede encontrar un verdadero bosque de tuberías por el que corretear. Escalando y deslizándose por las tuberías, este bosque se convierte en un laberinto de tres dimensiones. Con un poco de Potencia, incluso es posible colarse en los compartimentos de aislamiento de algunas escotillas, o en los corredores de acceso de control de daños. Todas estas opciones proporcionan lugares para ocultarse en los que la gen-
te pocas veces entra, excepto en caso de emergencia, y en los que a casi nadie se le ocurriría mirar.

Burak duerme en varias zonas dispersas por los lugares más estrechos del techo de varias salas de máquinas. Cómo debe ser capaz de trasladarse por el barco, mantiene varios de estos espacios
habitables. Al ser un ascético, se da escasos lujos y tiene muy pocos objetos personales. No se atreve a arriesgarse a almacenar sangre, porque hay demasiadas posibilidades de que alguien la encuentre o de que se caiga del compartimento en el que esté guardada y levante sospechas. Su única concesión al materialismo es su esterilla para orar, una desgastada alfombrilla que enrolla y guarda en una pequeña bolsa de las que suelen usar los marineros del barco (que no llama la atención cuando utiliza Ofuscación para hacerse pasar por un miembro más de la tripulación).

LUJOS

Ni siquiera los oficiales de los barcos de la marina disfrutan de muchos lujos. A bordo hay espacio y víveres suficientes para que la tripulación sobreviva durante largos viajes, pero esta supervivencia no tiene por que ser necesariamente cómoda. A veces llegan noticias al barco gracias a las emisiones de radio, y al menos hay aire acondicionado para que la tripulación no se asfixie bajo las cubiertas. A parte de eso, todo lo demás es enano: baños diminutos (en los que hay que agacharse para poder sentarse), duchas comunales, literas, comedores colectivos. Los adornos están muy mal vistos. Las paredes conservan su color gris. La uniformidad es suficiente para que cualquiera se vuelva loco… especialmente cuando resulta demasiado peligroso salir al exterior durante
la noche, excepto si se toman precauciones extremas. Pero incluso entonces, no hay a dónde ir.

Sin embargo, utilizar un portaaviones como refugio sí supone un lujo significativo, al menos bajo el punto de vista de un Cainita: es impresionante… incluso legendario. Muchos Vástagos se burlarían de semejante pensamiento, considerando que si ya es imposible llegar a bordo, muchos menos construirse un hogar en su interior. Pero la idea de que un Vástago sea capaz de merodear a escondidas por el barco, puede que incluso influyendo en las decisiones de la tripulación, quizá hasta teniendo cerca los controles con los que se maneja el armamento… o el reactor nuclear del barco… ésas son la clase de cosas desagradables que se les pasan por la cabeza. Plantarte en mitad de un Elíseo una noche mientras el barco está atracado en los muelles, puede provocar algunas carcajadas incómodas y algo de ridículo al principio, ¿pero quién quiere averiguar si de verdad tienes influencia nuclear?

Claro está que para los propósitos de Burak el arsenal militar del barco no es más que un simple elemento disuasivo. Su verdadero tesoro reside en su capacidad de rodearse de las masas de la
humanidad, mientras permanece a salvo y bien oculto. No tiene necesidad de relacionarse con otros Vástagos, y puede practicar su disciplina ascética libremente. De hecho, sólo esa estricta disciplina evita que cometa un error fatal. Cada noche que sobrevive supone un testamento a su férreo autocontrol; y, en su mente, un paso más hacia la salvación.

ALIMENTACIÓN

La disciplina más estricta debe estar “a la orden de la noche” para cualquier Vástago que viva rodeado de militares. Si un solo marinero aparece muerto, el hallazgo provocaría una persecución en masa junto con un registro en profundidad del barco. Esto quiere decir que únicamente siendo muy cuidadoso es que Burak puede organizar una rotación de marineros de los que alimentarse. Trabajar como Sandman (por ejemplo, alimentándose sólo de los marineros que no están de servicio y aprovechan para dormir, y moviéndose por el barco con la ayuda de Ofuscación) es el método que Burak ha escogido. No obstante, puesto que la mayoría de la tripulación se amontona en dormitorios comunales, incluso esta práctica resulta peligrosa y con grandes posibilidades de ser descubierta si Burak no actúa con suma cautela. También es posible atrapar de vez en cuando a un ingeniero solitario que trabaje en un compartimento alejado con la ayuda de Dominación, pero trastear con la memoria no resulta siempre un método fiable.

Además, es importante que en la lista de víctimas existan rotaciones. Un marinero que pasa por la enfermería con demasiada frecuencia, o que va a pasar el examen físico y le descubren una presión sanguínea muy baja, podría atraer demasiada curiosidad. Más aún, Burak ni siquiera lo intenta con los oficiales. Aunque muchos de ellos tienen sus propios dormitorios, también tienen más guardias y despertarían muchas sospechas si se presentaran en su turno mareados, aletargados y con la presión arterial por los suelos.

Las pequeñas alimañas son casi inevitables como parte de la dieta de un barco, especialmente en el Mundo de Tinieblas. Aunque los portaaviones de clase Nimitz suelen estar muy limpios y relucientes, siempre hay sitio para esconder algo pequeño e inocuo. Después de todo, si un vampiro puede esconderse entre la tripulación, unas cuantas ratas también pueden viajar de polizones. Mientras los cuerpos acaben en el vertedor de basuras o en la sentina, nadie se dará cuenta de que Burak a veces sacia su apetito con algún que otro roedor. Claro que la sangre de rata resulta poco nutritiva y menos sabrosa para un Vástago, pero al menos es un suplemento aceptable.

Afortunadamente, los portaaviones viajan por el mar junto a naves escolta, lo que en ocasiones trae consigo que la tripulación se renueve o que se produzcan intercambios con otros barcos.
Cuando llegan a un puerto, los marineros abandonan el barco y los trabajadores de mantenimiento suben a bordo. En estas ocasiones, las oportunidades de conseguir nuevos recipientes aumentan.

Mientras el barco está atracado, incluso es posible escabullirse hasta el pueblo para dar un paseo y comer algo. Los portaaviones del tamaño del Carl Vinson pueden llegar a pasar hasta un mes en
dique seco por trabajos de mantenimiento y mejora, y cuando llega la hora de las reparaciones este periodo de tiempo se puede alargar fácilmente hasta los seis meses.

DIFICULTADES

Las dificultades de construir un refugio en un lugar tan extraño son muchas y variadas. Los soldados van y vienen por el barco a todas horas debido a los diferentes turnos y guardias. Existe la posibilidad de que se desate una alerta militar que deje al descubierto la Mascarada. Como los dormitorios están tan abarrotados, casi no hay espacio para moverse. El ocupante debe pasar seis meses encerrado en un claustrofóbico laberinto de tuberías, y no tiene virtualmente ninguna ruta de escape si algo sale mal. Un solo paso en falso, y todo el refugio podría convertirse en una trampa mortal.

Por este motivo, sólo la más estricta disciplina permite a Burak mantener su fachada. Gracias a un cuidadoso autocontrol mantiene el frenesí a raya cuando está hambriento, y mediante la rigurosa
atención que presta a todos los detalles se asegura de cambiar cada pocos días el lugar donde duerme, y de permanecer lejos de las zonas en las que el personal de mantenimiento está trabajando.

Fingiendo ser un miembro de la tripulación, puede moverse por las cubiertas inferiores con cierta autonomía, especialmente si da la impresión de que está cumpliendo alguna orden determinada. El truco consiste en estar siempre moviéndose y aparentar que está ocupado cumpliendo con sus tareas.

Por supuesto, en un portaaviones existe otro gran problema potencial: es un barco militar. Si surge cualquier tipo de acción militar, estará en primera línea. En estas ocasiones, ningún lugar del barco es seguro al cien por cien. Después de todo, los torpedos y la munición de alto calibre no suelen “pasar rozando” compartimentos determinados. En medio de una batalla, cualquier zona podría explotar, colapsarse o quedar inundada de repente, y si resulta que Burak se encuentra en un compartimento comprometido estará metido en un buen lío. Pero al menos un cadáver desfigurado no suele llamar demasiado la atención, cuando los marineros están intentando controlar los daños.

No obstante, el mayor reto de habitar en este entorno es la lucha constante por mantenerse cuerdo. Aquí no hay ningún otro Vástago, y Burak no cuenta con medios para contactar con el exterior. No puede confiar en ningún humano. Un vínculo de sangre es tremendamente arriesgado, cuando no absolutamente imposible. Si un marinero empezara a actuar de un modo extraño, su comportamiento podría levantar demasiadas sospechas. Ofuscación puede servir para adquirir apariencia humana, pero no oculta el hecho de que un Vástago no posee papeles de identificación ni uniforme, a no ser que robe uno de la lavandería… aunque tendría que devolverlo antes de que nadie se diera cuenta de su desaparición. No hay nadie con quien hablar, nadie con quien tratar… Burak vive rodeado de miles de personas, pero está desesperadamente solo. Es verdad que utilizando la Disciplina de Ofuscación puede permitirse hacer breves incursiones entre los humanos que le rodean, pero Burak no come, no puede arriesgarse a que le envíen a las cubiertas superiores o a tropezarse con un oficial, y debe estar siempre alerta, puesto que moviéndose entre los
humanos se arriesga a caer en un peligroso frenesí si su Hambre alcanza cotas demasiado altas.

Sólo un ejercicio supremo de voluntad permite a Burak conservar su cordura, porque sabe que un único momento de frenesí destruiría su cuidadosa farsa y le costaría su refugio. Perder el control
significa ser descubierto, lo que provocaría una cacería en toda regla por todo el barco. Sin embargo, conservar esa pizca de humanidad resulta cada vez más complicado, puesto que no encuentra el modo de identificarse con ningún humano. Los soldados no son sólo números en la maquinaria militar, también son sus anónimas víctimas. En una situación así, la pérdida de humanidad es casi inevitable.

Prácticamente el único aspecto positivo de esta situación, es el hecho de que Burak cuenta con una ruta casi segura de escape en el caso de que la supuesta catástrofe ocurriera por la noche: sumergirse en el océano. Mientras la presión y la profundidad no sean demasiado grandes y sepa qué camino debe seguir, puede sobrevivir (aunque en condiciones bastante incómodas) caminando por el fondo y durmiendo en alguna concha de gran tamaño. Si se siente presionado, Burak hasta podría robar una balsa salvavidas y una bolsa de las que se utilizan para transportar cadáveres, pero alguien podría darse cuenta, y entonces la Marina rastrearía la situación de la balsa mediante su radiofaro de respuesta y enviaría alguien a recogerla.

MANTENIMIENTO

Esta clase de refugio no necesita alquiler, no hay facturas que pagar ni cheques que adelantar, pero incluso así, el precio resulta alto. El truco no consiste en mantener en buen estado un refugio de este tipo, sino en dejar que el refugio se conserve por sí mismo y ocuparse de que no te pillen. En algunos aspectos, es un ejercicio consumado de salvaguarda de la Mascarada, puesto que nadie puede llegar a sospechar nunca nada. Incluso una gota de sangre fuera de lugar o un pequeño retal de tela, podrían provocar que todo el tinglado se viniera abajo.

Mientras tanto, ni siquiera el uso de las Disciplinas resulta siempre totalmente seguro. A veces la gente recuerda cosas, incluso cuando alguien ha jugueteado con su memoria. Los marineros tienen extraños sueños, en los que pueden llegar a reconocer breves visiones de retorcidas figuras que se ocultan bajo las cubiertas. Los ruidos extraños atraen miradas ocasionales. Ninguno de los oficiales daría crédito a esta clase de ideas, pero el rumor de que el barco está embrujado podría esparcirse como la pólvora entre la tripulación. Muchos se reirían de ello y no se lo tomarían jamás en serio, mientras que otros se santiguarían y volverían a sus tareas con disciplina militar, siempre ojo avizor en busca de una prueba de aquello que temen. Nadie habla de ello, pero cuando las luces del turno de noche se encienden y los marineros se dirigen a sus literas, la idea comienza a rondarles por la cabeza. Todo lo que se necesitaría es el leve atisbo de una prueba.

SEGURIDAD

Un portaaviones nuclear posee algunas de las defensas más formidables con las que cuentan los ejércitos modernos. Combina esto con las estrictas restricciones del barco en lo que respecta al personal y las largas temporadas en alta mar, y resultará virtualmente el refugio más seguro que uno podría encontrar. De hecho, es tan seguro que un sólo paso en falso de su morador resultaría desastroso.

En términos militares, el Carl Vinson cuenta con radares aéreos y terrestres sintonizados en múltiples frecuencias. Los sistemas electrónicos detectan los radares enemigos que se aproximan y determinan de qué clase son, proporcionando un análisis instantáneo de las embarcaciones que se acerquen, incluyendo cuántas son, de qué clase son y de qué dirección provienen. Todos estos sistemas proporcionan importantes datos para las armas que transporta el portaaviones. Para la defensa cercana, el barco cuenta con sistemas de seis cañones que disparan cincuenta veces por segundo y con un alcance de más de un kilómetro y medio. Los falsos sonares que actúan como señuelo y las bengalas infrarrojas, sirven como medidas preventivas contra misiles y torpedos. Los sistemas anti-misiles de corto alcance son innovaciones recientes y todas las escuadras de reconocimiento y de combate, que pueden hacer despegar un avión cada veinte segundos, realizan misiones de largo alcance y de apoyo. El casco está revestido con una gruesa coraza blindada de seis centímetros de grosor, cuenta con sistemas redundantes para emergencias y blindajes extras de Kevlar que protegen las salas de máquinas y los compartimentos en los que se guardan las municiones. Y todo eso sin contar los barcos escolta que suelen acompañar al portaaviones, proporcionándole fuego de misiles y apoyo con sus cañones. Nadie va a lograr hacerse con esté bebé en ningún tipo de combate. Ni siquiera los miembros más locos y perturbados del Sabbat considerarían esta opción.

Puesto que un portaaviones pasa meses en alta mar, resulta un dominio casi inaccesible para otro Vástago. No hay manera de que un Cainita normal y corriente llegue al barco, excepto mediante una transferencia especial desde otro barco militar o como agregado civil en un avión de transporte. Muy pocos Vástagos cuentan con la influencia necesaria para meterse en esta clase de situaciones, y menos aún tienen ganas de hacerlo. Las salas abarrotadas y el contacto permanente con los humanos que debe sufrir cualquiera que suba a bordo, son suficientes para poner a pruebas las habilidades de defensa de la Mascarada de cualquier vampiro. Si añadimos a estas condiciones el entrenamiento militar, el oleaje y los serviles burócratas pidiendo que
se rellene todo el papeleo militar, el resultado es suficiente para colocar a cualquier visitante al borde del frenesí.

En los puertos, las transferencias de personal son bastante rutinarias. Aun así, la Marina no se arriesga a que algún polizón o un loco potencialmente peligroso anden vagando por sus barcos. Para subir a bordo se necesita una identificación apropiada y un pase especial para enseñar a los guardas de servicio en la entrada, y quizás también en ciertas zonas determinadas del barco. Incluso si alguien consiguiera colarse a bordo, entrar en las áreas restringidas supondría tener que evitar a un montón de guardias armados. Esto sólo se puede conseguir si se cuenta con muchas influencias o si se dominan profundamente las Disciplinas que alteran la mente. Para un vampiro con espectaculares capacidades de Ofuscación, no es un gran problema.

Para otros Vástagos, es una pesadilla.

Burak, por su parte, se pasea sigilosamente por el barco durante parte de su rutina de mantenimiento cada noche. Gracias a su dominio de Ofuscación, puede caminar libremente por el área de mantenimiento, haciéndose pasar por un trabajador cualquiera, y colarse en la sala de máquinas. Puesto que los contratistas pasan lista a sus empleados todas las mañanas, pero fuera del barco, nunca nadie comprueba su identidad en la lista de empleados. Otro grupo de Vástagos podría colarse en el barco de este mismo modo, si consiguieran llegar a una base mientras el barco está atracado en el puerto y subir a bordo con similares pretensiones (o utilizando Dominación para respaldar una “autoridad militar” falsa). Más importante aún para Burak es el hecho de que la estrecha red de personal, combinada con la necesidad de realizar todos los procedimientos militares necesarios y el papeleo, hacen que cualquier persona que llegue al barco, especialmente si se trata de civiles o de gente extraña, atraiga inmediatamente mucha atención. Es decir, que Burak se enteraría enseguida de la llegada de cualquier otro Vástago a bordo.

FUTURO

La Marina de los Estados Unidos puso en servicio el Carl Vinson en el año 1982, pero todos los portaaviones de clase Nimitzhan sufrido ya alguna reforma. Esto quiere decir que pasan significativos periodos de tiempo en los puertos, pero también implica que los ingenieros y los mecánicos se dedican a examinar conductos y lugares de los que habitualmente nadie se ocupa. A veces incluso se llega a cambiar el diseño de los pasillos y de las zonas de mantenimiento. En cualquier caso, para Burak significa que debe salir pitando de debajo de las cubiertas, y mantenerse en movimiento para evitar ser detectado. Sin embargo, las puestas a punto tienen lugar en los astilleros y no en medio del océano, así que al menos tiene la posibilidad de salir del barco utilizando Ofuscación. Por supuesto, volver a subir a bordo y descubrir cómo ha sido modificado el diseño de su. refugio resulta una tarea desalentadora.

Con el paso de los años, las reparaciones y las innovaciones tecnológicas no siempre son suficientes para un viejo portaaviones. La marina (y el cambio de política, orientada ahora hacia fuerzas militares de menor tamaño) tiene intención de retirar pronto al antiguo portaaviones de la circulación. Antes o después el USS Carl Vinson tendrá que ser jubilado, y entonces será el momento de que Burak busque un nuevo hogar.

IDEAS PARA UNA HISTORIA

• A causa de la reciente purga de Ur-Shulgi dentro del clan de los Assamitas, la desaparición de Burak comienza a estudiarse del modo que no se hizo en el momento en que ocurrió. A la cuadrilla de los jugadores se le ofrece una recompensa si logran encontrarle y llevarle ante sus antiguos.

• Mientras el Carl Vinson está en un despliegue rutinario, Burak mata accidentalmente a alguien a bordo. Consigue hacer que la muerte parezca accidental, pero aun así se lleva a cabo una investigación completa y exhaustiva. Burak consigue robar una radio el tiempo suficiente para enviar un críptico mensaje de socorro a un contacto Nosferatu al que conoció la última vez que estuvo en tierra. La cuadrilla intercepta el mensaje y deberá descubrir lo que está ocurriendo, y luego decidir cómo utilizar su influencia para paralizar el papeleo en la base naval cercana el tiempo necesario para acabar con la investigación Un miembro de la cuadrilla en busca de la Golconda oye hablar de un asceta oculto que puede enseñar el modo de vivir en paz entre la humanidad. La cuadrilla busca a Burak por su experiencia y conocimientos.

Tiburk

Un amante de los juegos de rol...

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