Apócrifo Salubri – El Clan de los tres caminos

Matthias — Pienso en ti, querido Matthias, y mis ojos permanecen secos porque sé que tu causa es justa. Eres un verdadero descendiente de Rayzeel que posee la certeza del Cielo prometido a los santos, nuestra victoria final en la muerte salvaguardada por la promesa de Rafael. Aun así, cuando siento mi frente, el ojo de nuestro Clan llora derramándose sobre estas páginas como una bebida ofrecida. ¿Por quién lloro? ¿Por ti, Matthias, perdido ante Londres? ¿Por nuestro progenitor, perdido ante colmillos hambrientos? ¿Por los hermanos de Samiel, muriendo en su rabia? Si hay un beneficio en un corazón que no late, es que no puede latir con falsas esperanzas. Encontrarás la Muerte Definitiva en Londres, un sacrificio al Sol Invicto. Arderás en el mitreo, un cordero en lugar de un toro. Pues somos corderos, mi querido difunto Matthias. Los Hijos de Samiel habrían hecho leones de nosotros, pero he…

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Hijos de Gaia

El Amor de la Madre En la antigüedad, cuando los hombres lobo seleccionaban a los humanos y luchaban entre si, los miembros resentidos de todas las tribus se alzaron formando una nueva tribu y adoptaron el nombre de Hijos de Gaia. Imploraban la paz y el fin del Impergium. Lo suplicaban con una voluntad de mártires y fueron tantos los que oyeron su mensaje que las tribus se unieron… lo necesario para acabar con la matanza. De este modo se forjaron los Hijos de Gaia, la única tribu nacida de un grito de paz. En la actualidad, los Hijos viajan de un clan a otro y de una manada a otra, mediando las disputas e intentando mostrar a los Garou que su propósito común (defender a Gaia) es demasiado importante como para perderlo de vista, luchando constantemente para resolver sus diferencias. La Armonía, lo que reivindican los Hijos de Gaia,…

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Transilvania Nocturno: Ambientación III

No es la gente… es algo que sale de la tierra en ciertas partes del mundo y que tiene un efecto sobre la psique humana, haciendo que el hombre reaccione exactamente de la misma forma una generación tras otra. -J. Burdett, «Los últimos seis millones de segundos»

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