Amaranto, según los Lasombra
Se ha dicho que el asesinato, como el amor, no debe tener testigos. Pero no ocurre así entre los Lasombra: en el caso de jóvenes devorando a las generaciones más antiguas, cuantos más testigos haya, mejor… dentro de ciertos parámetros, por supuesto. Para impedir el excesivo Amaranto y, sobre todo, para que los miembros del clan no gasten demasiadas energías preguntándose cuál de sus chiquillos puede tener intenciones parricidas, los Lasombra han formalizado a lo largo de los últimos siglos una práctica más o menos en funcionamiento desde tiempos de Roma, si no antes. La idea tras esta codificación del Amaranto es tan vieja como el concepto de padres e hijos: al controlar el proceso por el que un chiquillo comete Amaranto, controlas también la frecuencia de éste. Es más complicado, por supuesto, pero este sencillo principio es el corazón de los Tribunales de Sangre, y evita a los Lasombra…