Karsh: Señor de la Guerra, Gangrel de la Camarilla – I

Los he visto al enconarse la batalla En el centro de la matanza y el estruendo A la vista sus heridas como rosas mortales Floreciendo escarlatas en su piel. Los he oído toser mientras tropezaban Y oído sus quejas al yacer He oído su atemorizada plegaria hacerse murmullos Y el silencio final cuando morían. – Garnet Rogers, “One Bullet (Left For me)”

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El Principe – Primera Parte

Desde tiempos inmemoriales, los vampiros han seguido la ley darwiniana de la supervivencia del más fuerte. Los que tenían el arrojo de tomar el poder y la fuerza para conservarlo gobernaban. Los vampiros se establecían como nobles y señores de la guerra, controlando todos los territorios que podían tomar, viviendo en una incómoda tregua con sus vecinos mortales y Cainitas, y buscando siempre expandir sus posesiones y rebaños. En las ciudades del mundo antiguo esto solía ser desastroso, ya que los vampiros luchaban por el comercio y los territorios de caza.

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Las 6 Tradiciones.

Las Seis Tradiciones son unas sencillas leyes que han de cumplir todos los Vástagos. Éstas son absolutamente necesarias para mantener la Mascarada, y se espera de todos los vampiros residentes en una ciudad controlada por un Príncipe de la Camarilla que las cumplan, bajo pena de severas sanciones, incluida la muerte definitiva. La Primera Tradición: La Mascarada “No revelarás tu condición a nadie que no sea de tu sangre. Haciéndolo renuncias a tus derechos de sangre” Una de las tradiciones más celosamente guardadas, la primera tradición prohíbe a los vampiros revelar su naturaleza vampírica a cualquier mortal. Ésta es la premisa sobre la que se soporta toda la existencia de la Camarilla, y es la más importante, pues ya es sabido lo que pueden llegar a hacer los mortales si se organizan y conocen dónde golpear. La Segunda Tradición: El Dominio “Tu dominio es de tu responsabilidad. Todos los demás…

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Las Cortes

Incluso antes de que la Ruptura transformara a los changelings en criaturas duales de Glamour y Banalidad, los hijos del Ensueño ya poseían una naturaleza dual. Permeando toda la vida feérica tanto en el ámbito individual como social, las hebras gemelas de Luz y Oscuridad vivificaban el Ensueño con su pas-de-deux de contrastes entre luces y sombras, orden y caos, ley y libertad.

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